martes, 18 de marzo de 2014

Diario de un Ñu: ¿de verdad puede interesar la vida de un Ñu?



Cuando me propusieron que contara mi vida en primera persona, lo primero que vino a mi cornuda cabeza fue pensar: " que me coman dos guepardos con los colmillos romos si a alguien le puede interesar mi vida". Además es un hecho que usar la letra Ñ en un título en internet es como pegarte un tiro en tu propia pata, si pudiera robarle una escopeta a un cazador, claro. Ya sabes, usuario avezado de internet, que no se puede utilizar la Ñ en direcciones ni nada parecido, así pues la difusión de mi historia quedaría restringida a los pocos Ñus que tuvieran un teclado en español. No sé si merecería la pena el esfuerzo de recordar y contar algo para los pocos congéneres que puedan habitar en países donde se habla español. De hecho esos primos emigrantes no creo que tengan el mínimo interés en saber algo sobre mi vida. Viven confortablemente en Zoos donde reciben puntualmente su ración obligatoria de hierba fresca, no tienen que andar cientos de kilómetros para buscarse la vida y no tienen la mínima probabilidad de morir cruelmente aplastados por las fauces de un cocodrilo cuando intentas echar un miserable buche de agua. Me quedó meridianamente claro que contar mi historia para los familiares que viven prácticamente en un adosado era una idea descabellada. Claro que también les podía interesar a otro tipo de lectores, por ejemplo a los tipos que vienen cargaditos con carísimas cámaras japonesas y que se tiran horas bajo un sol que derrite las encías esperando que nos coma un león. Es más según tengo entendido esa gente posee un puntito sádico. Disfrutan con uno de los momentos más jodidos que tiene que pasar un Ñu: cruzar un río infectadito de cocodrilos. Es un momento divertido por lo visto, tanto que vienen con cámaras aún más grandes y se apostan al otro lado del río para ver como los jodidos  reptiles nos machacan, luego lo graban y lo usan para echar la siesta. Bonito entretenimiento. Les aconsejo que llenen una palangana con pirañas y metan los pies, verán que risa más contagiosa. Aunque eso es una enorme pista, si hay chalados que se tragan horas de nuestra vida es que les debe interesar.   En nuestra manada hay un grupo de Ñus que tuvo una curiosa experiencia. Durante un viaje migratorio (como dicen los humanos, nosotros lo llamamos cambiar de aires) este grupo se perdió. Hay que ser imbécil para no darte cuenta de que te separas de una manada de 20.000 ungulados, pero bueno eso es otra historia. El caso es que este grupo terminó dando con sus hocicos barbudos en una finca unos granjeros ingleses y viendo que el clima no era malo, se comía bien y no entraban los carnívoros se quedaron una temporadita allí. Bueno al principio el granjero saco una escopeta dispuesto a darles matarile, pero las lágrimas de su hija y de la esposa del granjero pidiendo clemencia debieron ablandar el corazón del massa y a cambio de que no entraran en el sembrado les dejó quedarse. Hasta biberones le dieron a una cría, con lo malo que es acostumbrar a los pequeños a esas chucherías. Durante su estancia allí aprendieron bastante de usos y costumbres de los humanos. “Seguro que les interesa tu historia” me dijo el más viejo del grupo. “Los humanos son gente culta, les gusta saber cosas, tienen televisión, radio y deuvedés”. Puedo confesar que aquel alarde de tecnología y sapiencia sacó lo mejor de mí. Podría contar la historia para aquellas personas que plantaban café, ellos si me entenderían. Ya eran dos: los que gustaban de vernos hechos picadillo de ñu empapado y los que nos daban biberones. Pero aún tenía cierto resquemor y especialmente miedo al fracaso. Como Ñu tengo unas ciertas obligaciones en la manada y algunos congéneres podrían ver con malos ojos que desatendiera mis obligaciones con los demás por para dejarme llevar por la frivolidad de contar una especie de memorias. Eso lo entenderás si sigues leyendo. Los Ñus tenemos una vida muy ajetreada y aunque no lo parezca nuestra existencia es bastante jerárquica y organizada. El viejo Ñu que vivió con los ingleses tenía en ocasiones sabiduría de tertuliano “subvenciones, publicidad, marketing” me susurro al oído como si me contara el secreto de las minas del rey Salomón. 

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