martes, 18 de marzo de 2014

Avatar o el premio son las piernas


"¡¡El soldado Jake tiene piernas Nuevas!!"

Forrest Gump




Hace pocos meses un canal de TV emitía en España por primera vez en abierto Avatar. Reventó las audiencias y millones de espectadores siguieron la peli con devoción. Un mundo del futuro en el que se ha conseguido clonar extraterrestres y transferir cerebros por USB pero que no tiene una solución para una paraplejía sobrevenida. Al parecer de eso se encargaba el doctor Bacterio. ¿Cómo puede ser que en un mundo en el que la tecnología hace milagros estemos así?. La respuesta es de desnudo de los 70: por exigencias del guión. La historia necesita un personaje que tenga una dependencia para cumplir su misión, ya que la misión, a qué no decirlo, resulta un poco repugnante eticamente. Quitarle sus tierras a un grupo de nativos queda feo, aunque sean azules. Si Jake no hubiera obtenido en la empresa unas piernas nuevas seguramente se hubiera negado a fastidiar a los indios, digo a los Pandoreños. Pero claro al trasvasar vía USB el cerebro de Jake a un avatar la cosa cambia por que en el trueque gana en altura, pero también recibe dos zancudas piernas envidia de un jugador de la NBA. La cosa se complica cuando se enamora pero poco a poco nos damos cuenta de que sean terrestres o alienígenas el marine conseguirá sus piernas. Además Jake tiene conexión tres punto cero con la Pachamama de Pandora y eso es una ventaja. Quizá consecuencia de una compensación por ser una persona con paraplejía sobrevenida por un acto de guerra. Esto es muy común, compensar en la ficción una discapacidad con un superpoder. Una persona ciega que oye las ventosidades de un grillo y cosas así. Las piernas del protagonista parecen estar en un segundo plano de la motivación del personaje, pero en realidad están mucho más en la vanguardia de la historia de lo que pensamos. Lo primero que hace el marine cuando lo transfieren al cuerpo azul es correr tal era su necesidad de sentir las piernas. Se puede extraer una moraleja con un cierto tufillo a cine rancio, a milagro por ser bueno, a esas historias en que una joven ciega recupera la visión gracias al amor o que una persona mutilada en una guerra recupera su autoestima gracias a unas prótesis. Una historia en la que la discapacidad aparece de forma muy poco sutil y con moralina: se bueno y tendrás piernas.

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